viernes, 11 de septiembre de 2009

Pub a la medianoche

Era la noche de un sábado cuando conocí a la mujer más hermosa del planeta. Estaba con mis amigos en un Pub cerca del centro de la cuidad. La música sonaba y la gente bailaba. Estábamos conversando sobre temas mundanos y ya casi obsoletos, cuando miro hacia la barra y veo como pasan mil y un sentimientos por mi cabeza al instante de poner mis ojos en la mujer más bella que había visto hasta ahora. Su mirada, profunda como el océano, penetraba mis ojos y llegaba hasta mi alma. Su pelo brillaba mientras se movía sensual y lentamente por sus hombros y su espalda. Su piel morena parecía estar hecha de los más finos cueros angelicales. Sus labios evaporaban dulzura. Mi piel se retorcía y estiraba mientras mis ojos tímidos miraban cada detalle de esa escultura creada por los dioses. Mi frente sudaba tanto como la de un niño jugando en el patio con sus amigos. Mis manos temblaban ansiosamente. Subí el vaso de cerveza lentamente a mi boca mientras me preparaba para levantarme e ir a hablar con ella. Era la primera vez que con tanto atrevimiento iba a hablarle a una mujer. Inspirado por tan magnífica vista, me levanto de mi silla y me encamino hacia ella. En el camino me tropiezo con una pareja ebria que estaba bailando eufóricamente. Sigo caminando hasta llegar donde ella, pero mis labios se cierran y mi corazón late a mil revoluciones por minuto. Paralizado y sin poder entablar conversación, modestamente le enseño mi brazo con la esperanza que acepte bailar conmigo, ella se para y toma mi mano. Nos dirigimos a la pista de baile, donde suena una canción muy alegre. Ella empieza a bailar, moviéndose de una forma enérgica y estrepitosa, mientras que yo, con esfuerzo inútil, le intento seguir el ritmo. Entre baile y baile nuestros labios se miran, nuestros ojos se tocan, nuestras almas se conectan. La tomo por la cintura y de a poco me empiezo a acercar a ella. Sin pensarlo dos veces, ella se acerca y me da el beso más dulce y cariñoso que puede entregarle un ser humano a otro. Me digno a sonreír, alabando este momento tan pleno. Cansados, la llevo a la barra y la miro a los ojos. Le pregunto su nombre, pero ella no me responde. Intrigado por su actitud, la miro nuevamente sólo para darme cuenta que esta paralizada al igual que el resto de la gente en el Pub, como si de la nada mi mente controlara todo el local. Cierro los ojos en esperanza de que todavía esté cuerdo, añorando que todo lo que he visto y sentido haya sido una realidad, pero al abrirlos siento un leve suspiro y me encuentro sentado con mis amigos, bajando el vaso de cerveza desde mis labios hacia la mesa. Miro hacia la barra para ver si todavía estaba la chica más hermosa del planeta, pero ella ya se había ido.

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